Todos sabemos que el cine siempre ha enriquecido la potencialidad de la tecnología y ha sobrevalorado sus generosas prestaciones asombrándonos con situaciones inverosímiles.
No me refiero tanto al uso que se hace de la tecnología para lograr efectos especiales, decorados fantásticos, animaciones casi palpables o personajes de ensueño (interesante el ranking geek de Microsiervos). Ni tampoco al uso de la tecnología para lograr una mayor comunicación o difusión del mundo del cine como hacía Spike Lee recientemente. Y mucho menos a la superación de realidades temporales con la intención de vivir el pasado o desgranar el futuro.
Se trata de la imagen que se ofrece de la tecnología en el cine y que, estando excesivamente alejada de la realidad que percibimos, alienta sin descanso las almas de los geek y nos reta a conseguir aquello que en una sola escena los personajes logran como por arte de magia.
Geniales apuntes los que ofrece JaviPas acerca de las grandes traiciones del cine a la informática (y otras cuantas más en otro post), originalmente concebido desde Gideontech, donde se describen momentos tecnológicos en ciertas películas soberanamente surrealistas como es el caso de Transporter 2 o Firewall. En el primer caso el sujeto traspasa desde el puesto de control de un edificio a un iPod secuencias de vídeo de las cámaras de seguridad para después enviarlas vía “?” a un ordenador situado en una comisaría de policía. Y en el segundo caso tres cuartos de lo mismo pero con cientos de datos confidenciales.
Estos son dos ejemplos ínfimos en comparación con la cantidad de veces que se exagera e intensifica la realidad de nuestros equipos, gadgets u otros artefactos de última generación.
Sin embargo creo que la propia evolución tecnológica está permitiendo ofrecer una imagen más esperanzadora, cercana y posible en este asunto, y sin salirnos de la temática acción, ficción, suspense…
Después de ver a Richard Pryor en Superman III hablando a un ordenador como si fuera su madre ahora tenemos a Matt Damon consultando una web a partir de una búsqueda en Google UK en El ultimátum de Bourne (obviando la paranoia tecnológica del resto de la película).
Son casos extremos y posiblemente sujetos a realidades muy diferentes pero el intento del cine por hacernos creer situaciones informáticas complejas es más avanzado. La imagen que se muestra en ciertas ocasiones es más comprensible y no se si por el reconocimiento que logramos como usuarios de los artefactos, de las interfaces mostradas o porque nos hemos acostumbrado a escuchar y ver los mismos efectos, los mismos elementos o las mismas acciones película tras película.
En este sentido me gusta el listado de consideraciones peliagudas que se puede leer en diferentes blogs acerca de los ordenadores en el cine que, tratadas como cotidianas, inundan las escenas de todo tipo. Igualmente me parece un trabajo interesante recoger aquellos momentos del celuloide donde se muestra la informática como parte del decorado o como elemento protagonista de la acción. Hasta tenemos históricos que nos muestran a las viejas máquinas en acción.
Estoy seguro que los cinéfilos más aventajados podrán recordar momentos tecnológicos de este calibre en cientos de películas y podrán valorar con más acierto si su imagen se ha ido acercando a la realidad que vivimos.