Siempre me entusiasmaron los planteamientos constructivistas de Paul Watzlawick. Recuerdo que la primera vez que oí hablar de este genial filósofo y psicólogo fue gracias a Paz Quevedo, profesora de la Facultad de Psicología en Salamanca. Trabajamos algunas sesiones allá por el año 1998 sobre su mundo «no tan objetivo» que concebía y nos empapamos del arte de la construcción de realidades aparentes, soportables, que siempre nos han permitido atribuir sentido a cada una de las cosas que hacemos y pensamos, como decía el propio Watzlawick.
Su trabajo en el Mental Research Institute de Palo Alto (California,USA) y la gran influencia de su amigo y mentor Gregory Bateson entre otros, le sirvieron para convertirse en uno de los autores más conocidos en el campo de las ciencias de la comunicación. De hecho una de sus obras, Pragmatic of human communication (Nueva York, Norton, 1967), traducida al castellano como Teoría de la comunicación humana. Interacciones, patologías y paradojas (Barcelona, Herder, 1997), escrita junto a Don Jackson y Janet Beavin, es toda una síntesis del material empírico y teórico que produjo el grupo Bateson en 10 años de trabajo.
Sus paradojas irrefutables y la genialidad de sus historias y experiencias han ayudado a psiquiatras y psicólogos a resolver situaciones relacionadas con la conducta comunicativa. Fue un prolífico autor de la corriente constructivista, un maestro de la terapia sistémica y utilizando las teorías de la comunicación como puente ayudó a introducir las ideas de sistema y contexto en el campo de la terapia familiar.
Su hipótesis clave era asociar un modo o estilo de comunicar con una determinada sintomatología, de tal forma que «la conducta perturbada es vista como una reacción comunicacional ante una situación que tiene determinadas propiedades, y no como una enfermedad localizada en la mente del individuo».
Sus investigaciones también iluminaron el camino de otros reputados terapeutas como Mara Selvini y colaboradores de la Escuela de Milán que con su obra «El mago sin magia» consiguió acercarse desde un punto de vista sistémico al rol del psicólogo en el sistema educativo.
Según la autora al psicólogo escolar se le atribuyen conocimientos y capacidades así como un rol que no delimita sus ámbitos de intervención. Por esa razón proponía entre otras estrategias el modelo de entrevista estructurada por Watzlawick en el cual se formulan cuatro preguntas esenciales:
¿cuál es el problema?
¿qué hicieron hasta ahora para resolverlo?
¿qué esperan de la intervención del psicólogo?
¿qué están dispuestos a hacer para resolver el problema?
Las dos primeras preguntas referidas al contenido y las otras dos a aspectos tanto de contenido como relacionales. En mi opinión estas formulaciones pueden ser facilmente aplicables a otras profesiones como por ejemplo los consultores de usabilidad, ya que en ellos también prevalece en algunos casos una falta de definición de rol así como una definición mágica de su función.
Como indica Selvini y cols. con la definición del problema podemos «excluir generalidades, impresiones, interpretaciones y temores e identificar un problema concreto y bien determinado que denuncia una molestia real y presenta características precisas».
Watzlawick es autor de numerosos libros traducidos a decenas de idiomas donde me gustaría destacar los siguientes por conocerlos y haber sido para mí una referencia en algunos de los trabajos en los que he participado: El sinsentido del sentido o el sentido del sinsentido; El arte de amargarse la vida; Teoría de la comunicación humana; Cambio; La realidad inventada; Lo malo de lo bueno; ¿Es real la realidad?.
Nota: Paul Watzlawick falleció el sábado 31 de marzo de 2007, en su casa en Palo Alto a la edad de 85 años.
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