Hace ya tiempo que he venido observando un denominador común en todos aquellos que nos dedicamos a investigar en el mundo de la usabilidad. Nos encanta adornar nuestras explicaciones con ejemplos de la vida cotidiana porque estamos convencidos de que es la forma más rápida y eficiente de comprender el significado de dicho concepto.La ergonomía y la usabilidad de los aparatos así como la explicación de la interacción del ser humano con estos puede fácilmente fundamentarse en nuestras acciones cotidianas.
Por esa razón cualquier persona podría inferir el significado del concepto usabilidad y su aplicación al desarrollo tecnológico con la explicación de una experiencia previa o con el recuerdo de su forma de interacción con un objeto cotidiano. Que se lo cuenten sino a Donald Norman, especializado en el análisis de los objetos cotidianos y en su diseño, ofreciéndonos continuos ejemplos gráficos.Hace tiempo que Yusef nos remitía a una página que precisamente desvelaba el propósito contrario, objetos imposibles, pero que resulta tan chocante como el tratamiento de objetos “posibles”.
De la misma forma, Javier Cañada, en una conferencia del 2005 que impartió también en el 2006 en la Universidad Pontificia de Salamanca, hablaba de su amor incondicional por los aparatos de radio y como los utilizaba como ejemplos para explicar normas o convenciones de usabilidad. De hecho observe como algunos de esos ejemplos resaltaban la evidencia, la invisibilidad aparente del funcionamiento de objetos cotidianos que están tan vinculados a nuestras vidas que somos capaces de olvidar. Son como continuas cegueras que están presentes en cualquier ambiente o situación.
Manipulamos los objetos y no nos percatamos de los detalles a partir de los cuales se definen. Todos manejamos habitualmente las monedas de un euro de tal manera que nuestra actividad cotidiana nos permite reconocer su tamaño y su color pero difícilmente sabríamos ofrecer más información. Nos olvidamos de aquello que no nos interesa, que no es útil para el propósito deseado y lo descartamos con el objeto de llevar una existencia más manejable y eficiente. ¿Trasladar esta idea al diseño web nos da muchas claves, ¿no creéis?.
Otro ejemplo (y siguiendo con ejemplos cotidianos) lo tenemos en el metro. No soy una persona que lo utilice habitualmente.
Sin embargo las pocas veces que lo he utilizado he podido observar que es un mundo usable. No hay tiempo para pensar pero si para actuar. Todo sucede tan rápido que las decisiones se toman de forma maquinal porque cada usuario del metro tiene su modelo mental establecido sobre cómo funciona, que le permite hacer y cómo lo debe hacer.
El medio como tal es usable, me permite cumplir mi objetivo, no hay impedimentos y todo se realiza de forma rápida, cómoda y sencilla. Pero ¿Qué sucede cuando se produce un evento inesperado o cuando no hemos adquirido por completo el modelo mental?. El medio es capaz, aparentemente, de ayudarnos, de solucionar errores, olvidos o de advertirnos de esos eventos inesperados. Sólo entonces es cuando nosotros a su vez advertimos la presencia de ayudas visuales (indicadores, iconos, luces,…) o elementos de interacción que nos proporcionan la información que necesitamos.